09 abril 2013


Sólo sé que no sé nada, decía Sócrates, ya es bastante saber ¿no? Digamos que no te deja quieto eso, te moviliza porque, en fin, por doquier hay gente que sí cree saber algo (o todo) ¿Cómo es posible? Incluso si uno es inflexible con uno mismo se preguntará ¿cómo es eso de que sé que no sé nada? Y entra a girar así en una serie de círculos sin fin. Bueno, esta es, más o menos, la actitud histérica del pensamiento occidental heredado. Los silencios y los misterios provenientes de otras comarcas (o incluso del psicoanálisis) a veces fungen de calmantes, a veces para bien y otras para la simple estafa (Lacan decía no estar exento de ella). De todos modos la inquietud, el deseo indestructible, prosiguen su curso. (Roque Farrán)