03 septiembre 2006


Lo que tenemos de más animal, lo que, malestar de la cultura mediante, debimos someter a la ley (a la palabra, al pensamiento): la necesidad de dominar al otro, o la aversión hacia lo desconocido, o, y especialmente, el miedo. Una política que apela a los componentes más animales de nuestra subjetividad es una política fascista. Si suena arbitrario o desmesurado ese nombre, “fascista”, qué nombre le corresponde, o, en todo caso, tenga el nombre que tenga esa política, no queda otra que desarticularla, mostrar cómo funciona, hacer lo que se pueda para no empantanarnos en el orden impiadoso de la naturaleza.