Nos hemos olvidado de que sólo la palabra/ Brillaba radiante sobre la tierra atribulada,/ Y que en el evangelio de San Juan/ Está escrito que el verbo es Dios./ Pero hemos circunscrito su alcance/ A los angostos límites de este mundo,/ Y como las abejas muertas en una colmena vacía/ Las palabras muertas exhalan un olor nauseabundo. (Nikolai Gumiliov)