28 febrero 2007


Fuerte y jugada tu columna, Jorge: en la destrucción que el siglo esparce, en medio de la gran banalidad reinante, no actúa una pulsión de muerte sino un deleite perverso del diablo. "Su objetivo principal, sin embargo, es aniquilar la certeza absoluta en Dios." Salute. Al margen de que los siempre listos cultores de la ingeniosidad sobradora puedan usar esto para mofarse de vos, y de que la beatería embalsamada en incienso crea haberte ganado para su Causa, comparto lo que decís. Creo entender que en la fórmula "Dios" lo que ponés es una conciencia de la propia precariedad, una presencia de lo otro, la necesidad de una Ley, un respeto por lo existente, un interrogante imposible de responder acerca de qué es eso que hay, por qué y para qué, un abandono del tiránico culto del Yo, una desconfianza hacia las apariencias y hacia lo que se presenta fácil y seductor, el saber que sin la palabra estamos condenados a matarnos como bestias (con la palabra también, pero sin ella nos importaría menos).