09 febrero 2007


La vida literaria, la vida militante, la vida profesional, la vida social, la joda. El consumo en general, incluido el de cultura. Las posesiones, los objetos de culto. Alivian la desesperación pero no la reducen (más probable es que la acentúen). Desesperación es el dedo titilante puesto sobre algo que oscuramente no está y late, una falta, un agujero en el tejido: no tanto alguna forma del Bien como algo a ser, algo a alcanzar. Salir de la desesperación no es sacársela de encima, es tomar distancia: reconocer las órdenes que flotan en el aire, la campanilla que quiere hacernos segregar jugo gástrico, y decirse “¿qué es eso?”.