07 mayo 2007


La cultura híbrida global de cyborgs y singularidades que espanta sólo a los pusilánimes que aborrecen del individuo libre”, escribe un neodeleuziano de última generación que, para justificar su gusto por los jueguitos, considera necesario desautorizar a quienes tienen otras preferencias, como si disfrutar con algo que a uno le gusta fuera una virtud, no un derecho. ¿Así que eso era ser pulsilánime? En ese caso lo soy, aunque no es precisamente “espanto” lo que siento (más bien, son los tipos como él los que me parecen los verdaderamente espantados, si bien no ante alguna nueva forma de cultura sino ante la irreparable vaciedad de la existencia). Mejor pasar por pulsilánime que conformarse con una “libertad” tan cercana a la idiotez autosatisfecha y la renuncia. Lo que no me van a hacer comprar, en todo caso, es el verso del “individuo libre”. Como si el individuo libre existiera, como si pudiera existir, en cualquier sociedad pero muy especialmente en esta. Como si ese slogan, “el individuo libre”, no fuera hoy, al menos en los sectores sociales que están en condiciones de adoptarlo, el principal anzuelo para mantenernos enganchados al servicio del poder, esclavizados y felices, embobados en la contemplación de la "libertad" que nos vendieron, gozando la vanidad que nos regalan, como premio consuelo, por no aspirar ya a que las cosas sean de otro modo.