04 mayo 2007


Se escribe para sostener el mundo, y se lee. Para hacer que exista. Para que, al darle palabras, se aparte de la insignificancia de la que el mundo y cada uno de sus seres estamos hechos, igual que estamos hechos para el hueso seco y la fosa. Y que, al entrar en palabra, la insignificancia signifique, se rebele contra su fatalidad.