28 mayo 2007


Tengo que confesar que hay en mí una seria tendencia a creer en la irrealidad del mundo. No intento polemizar sobre esto, lo admito como una resolución secreta, mágica por incógnita. Es obvio, creo que mi poesía no persigue un hecho estético. En todo caso, lo estético se da por añadidura. La única verdad para mí –y creo que esta evidencia daría esos acordes repetidos que, según dicen, vertebran mi poesía– es que cada apariencia se diluye y se completa en el verbo porque el verbo es el único asidero para que la “real realidad” exista. (Girri)