08 mayo 2007


La cultura híbrida global de cyborgs y singularidades que espanta sólo a los pusilánimes que aborrecen del individuo libre”, escribe un paraneodeleuziano que cree necesario justificar su gusto por los jueguitos y convertirlo en algún tipo de superioridad esencial, como si disfrutar con algo que a uno le gusta fuera una virtud, no un derecho. Si eso fuera ser pulsilánime, lo soy, aunque no es precisamente “espanto” lo que siento ante “la cultura híbrida global de cyborgs y singularidades”, sino curiosidad y desconfianza. Mejor pasar por pulsilánime que dar por bueno el verso del “individuo libre”. Como si el individuo libre existiera, como si pudiera existir, en cualquier sociedad. Como si hoy esa creencia, “el individuo libre”, no fuera uno de los principales modos de mantenernos entretenidos y satisfechos, entusiasmados con la portación de la etiqueta de "libertad" de la que somos propietarios (si nuestro poder adquisitivo lo permite), con la vanidad bien alimentada y sin que ninguna aspiración a que las cosas sean de otro modo perturbe tanto estar bien con uno mismo.