06 julio 2008


¿De qué se trata todo esto? ¿Qué están tratando de decirme? ¿Cómo debo entenderlo? Preguntas que hay que descartar en casos como este (aunque nunca es posible descartarlas del todo, por suerte, lo que aumenta la riqueza contradictoria de la experienca). Aguantar es lo que corresponde. Soportar, asistir, hacerse cargo, “gozar” quizá. No hay continuidad, no hay causalidad, no hay secuencia: actos, momentos, irrupciones, acontecimientos, tan verdaderos en su artificialidad como inexplicables, y, en eso, poéticos. En cierto modo, cierta vanguardia de los 50 y los 60 (y, sobre todo, la que viene de Beckett) anticipa la posmodernidad, o es su modelo. Nada que explique nada, nada que aspire a constituir relato: unidades rotas o fragmentos en contigüidad incierta. Pero no es posmoderno eso que se vive ahí, ante los oidos y los ojos, no al menos en el sentido habitual que se le da a “posmoderno”: lejos de cualquier evasión u ocultamiento del horror y el crimen, de la precariedad y la muerte, lejos de cualquier coexistencia sin conflicto y cualquier consideración displiscente, es eso –crimen, horror, muerte, precariedad, absurdo– lo que habla ahí, más desnudo que nunca, sin que sepamos nunca del todo qué quiere decir: se dice a sí mismo, y en ese decirse nos pone ante la situación decisiva: ¿nos dice?