13 julio 2008


No nos espera nada, ningún futuro promisorio o que al menos te dé un poco de aliento, no te hagas ilusiones, no estés pendiente de eso, es perder el tiempo y gastar energía mental para nada. No hay ninguna estrella anunciadora de venturas en el horizonte, aunque tampoco es el abismo o la catástrofe lo que se anuncia, o más padecimiento y aguantarse apretando los dientes. Parecería, a primera vista, que hay más probabilidad de esto último, pero lo único seguro es que nada se puede asegurar: puede ser una cosa o la otra, o ninguna de las dos. No importa. Esa es la cuestión: no importa. La fuerza, la confianza, la mayor o menor cuota de fe que uno pueda encontrar no está en lo que a uno lo estaría aguardando ahí adelante sino en el propio trabajo, la sensación más o menos firme de que uno está haciendo lo que hay que hacer hasta donde puede, la decisión de no engañarse, la fidelidad a algunas cosas fundamentales, tener una idea básica de qué es lo que realmente uno quiere, la conciencia de las propias limitaciones y algún conocimiento del terreno. ¿En las cuestiones de la vida personal o en lo político? En los dos.