Desde los remotos orígenes de la cultura, las palabras de los humanos se han afanado por encontrar el camino directo y sin tropiezos al orden de las cosas; han buscado con insistencia la verdad en el decir y la correspondencia entre el nombre y lo nombrado. Tal vez la cultura, nosotros, no seamos otra cosa más que el producto de un fracaso, la extraordinaria y al mismo tiempo desoladora convicción de una imposibilidad: nada es igual a sí mismo, las correspondencias se disuelven mientras se multiplican las significaciones. Y de allí ha nacido una paradoja: soñamos, desde siempre, con articular el nombre apropiado, con encontrar el camino que nos regrese al hogar perdido en el comienzo de nuestra travesía por el tiempo y el lenguaje; y ese sueño desiderativo se ha convertido en energía y movimiento, en acción y transformación de nosotros mismos y del mundo. Nacidos de una carencia no hacemos otra cosa que buscar modificar nuestras circunstancias. (Ricardo Forster)
29 julio 2008
Desde los remotos orígenes de la cultura, las palabras de los humanos se han afanado por encontrar el camino directo y sin tropiezos al orden de las cosas; han buscado con insistencia la verdad en el decir y la correspondencia entre el nombre y lo nombrado. Tal vez la cultura, nosotros, no seamos otra cosa más que el producto de un fracaso, la extraordinaria y al mismo tiempo desoladora convicción de una imposibilidad: nada es igual a sí mismo, las correspondencias se disuelven mientras se multiplican las significaciones. Y de allí ha nacido una paradoja: soñamos, desde siempre, con articular el nombre apropiado, con encontrar el camino que nos regrese al hogar perdido en el comienzo de nuestra travesía por el tiempo y el lenguaje; y ese sueño desiderativo se ha convertido en energía y movimiento, en acción y transformación de nosotros mismos y del mundo. Nacidos de una carencia no hacemos otra cosa que buscar modificar nuestras circunstancias. (Ricardo Forster)