La ausencia de contenido –de una visión del mundo– se reemplaza por la 
sobreabundancia de escenografías. El orador embellece (y el verbo no es 
gratuito) su discurso, porque no le pedirán ideas, sólo le exigirán 
abundancia de esdrújulas, citas prestigiosas y fe en el hombre, la 
música verbal que decora la ausencia de ideas. (
Carlos Monsivais)