No se trata de huir de
la vida concreta y vulgar o despreciarla para acceder a un más allá superior y más genuino o pleno. Al revés, la cosa es meterse de lleno y sin reservas en la inexplicable e
inabarcable complejidad de la corriente vida concreta con los ojos y los sentidos dispuestos, despejándola de la mezquina carcaza que entre ella y uno han venido depositando el
sentido común y las convenciones sociales.