22 noviembre 2006


En tiempos en que la experiencia ha sido erradicada del horizonte de cuestiones atendibles, se explica que la poesía ya no sea pensada como experiencia –algo que se vive, algo que le mueve algo a uno, que desata en uno sentidos y hasta quizá deje alguna marca– sino como “fenómeno a estudiar” desde, por ejemplo, la sociología, la antropología, la lingüística o la historia. No está nada mal que la sociología, la lingüística, la antropología o la historia se ocupen de la poesía o de cualquier otra cosa: lo que convendría revisar es lo que ocurre cuando los datos que esas indagaciones aportan se toman como indicios de valor poético y se empieza entonces a escribir y leer para cumplir con "la realidad", porque de verdad se cree que eso es leer y escribir o por temor a quedar como el que se puso en la playa el modelo de short que se usaba el verano pasado. No es una regla general, pero la gran poesía suele escribirse por fuera de lo que se supone que manda hacer literariamente “la época”: Macedonio, Ortiz, Giannuzzi, Lamborghini (Leónidas), Mermet, Zelarayán, Bustriazo, Escudero, por nombrar sólo casos argentinos.