Nula entra en ella explorando, como con una sonda sensible y vibrátil, la selva oscura de sus vísceras, atravesando el silencio laborioso de los órganos que sostienen, con su disciplina exacta y continua, a causa de algún designio inexplicable, las formas atrayentes que, durante un cierto tiempo, antes de disgregarse en la negrura para cederles el paso a las nuevas que pugnan por salir, espejean, fugitivas, en la luz del día. (Saer, La grande)