Snobismo y tecniquerías. Dos conceptos en desuso que me gustaría reponer para cuando se habla de literatura. No para pensar la literatura (nada tienen que ver con la literatura, como no sea en el sentido institucional del término) sino para ver en qué se sostienen o a qué apuntan muchos de los discursos que entornan la producción literaria y median no tanto en su recepción –aunque también– como en su circulación y en la pugna en torno de cuáles obras, cuáles autores y cuáles criterios recibirán el sello de “atendible” o “autorizado”.
13 noviembre 2006
Snobismo y tecniquerías. Dos conceptos en desuso que me gustaría reponer para cuando se habla de literatura. No para pensar la literatura (nada tienen que ver con la literatura, como no sea en el sentido institucional del término) sino para ver en qué se sostienen o a qué apuntan muchos de los discursos que entornan la producción literaria y median no tanto en su recepción –aunque también– como en su circulación y en la pugna en torno de cuáles obras, cuáles autores y cuáles criterios recibirán el sello de “atendible” o “autorizado”.