La vida en una sociedad moderna líquida no puede detenerse. Hay que modernizarse –léase: desprenderse, día sí, día también, de atributos que ya han rebasado su fecha de caducidad y desguazar (o despojarse de) las identidades actualmente ensambladas (o de las que estamos revestidos)– o morir. Azuzada por el terror a la caducidad, la vida en una sociedad moderna líquida ya no necesita –para salir impulsada hacia delante– del tirón que ejercían aquellas maravillas imaginadas que nos aguardaban en el final lejano de los esfuerzos modernizadores. Lo que se necesita ahora es correr con todas las fuerzas para mantenernos en el mismo lugar, pero alejados del cubo de la basura al que los del furgón de cola están condenados. (Zygmunt Bauman, Vida líquida)
19 noviembre 2006
La vida en una sociedad moderna líquida no puede detenerse. Hay que modernizarse –léase: desprenderse, día sí, día también, de atributos que ya han rebasado su fecha de caducidad y desguazar (o despojarse de) las identidades actualmente ensambladas (o de las que estamos revestidos)– o morir. Azuzada por el terror a la caducidad, la vida en una sociedad moderna líquida ya no necesita –para salir impulsada hacia delante– del tirón que ejercían aquellas maravillas imaginadas que nos aguardaban en el final lejano de los esfuerzos modernizadores. Lo que se necesita ahora es correr con todas las fuerzas para mantenernos en el mismo lugar, pero alejados del cubo de la basura al que los del furgón de cola están condenados. (Zygmunt Bauman, Vida líquida)