06 diciembre 2006


En 1947, luego de Hiroshima, Daniel Halévy nos ubicaba deliberadamente en la perspectiva de una aceleración de la historia. Casi sesenta años más tarde, nos encontramos esta vez en la perspectiva dromológica, la de una repentina aceleración de la realidad en la que nuestros descubrimientos tecnológicos se nos vuelven en contra y en la que ciertos espíritus delirantes intentan provocar el accidente de lo real a cualquier precio; ese choque frontal que volvería indiscernibles verdad y realidad mentirosas o, en otras palabras, que pondría en práctica el arsenal completo de la desrealización./ (…) Desde el 11 de septiembre de 2001 entramos en el túnel de una militarización de la información, puesto que la Infowar lleva hasta el absurdo esa "logística de la percepción" que, con la adquisición de objetivos militares, favorecía ayer la victoria sobre el enemigo./ Hoy, la ambición es desmesurada porque se trata de romper el espejo de lo real para hacer perder a cada uno (aliados o adversarios) la percepción de lo verdadero y de lo falso, de lo justo y de lo injusto, de lo real y de lo virtual; confusión fatal tanto del lenguaje como de las imágenes que culmina en el levantamiento de esa flamante Torre de Babel, pensada para llevar a cabo la revancha estadounidense por el derrumbamiento del World Trade Center./ A modo de confirmación de ese delirio iconoclasta, indiquemos que la Infowar, de la que fuimos víctimas, ha conducido al ejército estadounidense a permitir que se llevara a cabo, bajo nuestros ojos y sin defensa, la ruina del museo arqueológico y de la biblioteca de Bagdad, un desastre que recuerda al saqueo del Palacio de Verano perpetrado en China por los europeos y contra el cual se levantó mismo Víctor Hugo./ Así, luego del saqueo de la memoria mesopotámica y de los tesoros de Sumeria, esta "guerra de la información" se afirmaba por aquello que es: un conflicto contra la Historia, una tentativa de destrucción de los orígenes./ Guerra preventiva, no tanto contra tal o cual tirano, sino contra esa memoria "inmemorial" que no pasa, o no pasa tan rápido, para el gusto de aquellos que pretenden no el futuro, como antaño con el "radiante porvenir del totalitarismo", sino el presente, ese eterno presente de la ubicuidad y de la instantaneidad del tiempo real de las telecomunicaciones. (Paul Virilio, Ciudad pánico)