No prediques, cantor,/ no montes publicitaria maquinaria de eficaces y litigantes odios,/ sé cantor y canta, sé ante todo,/ y tu voz fundará invisible orden primero,/ y luego el peso inerte de la imperfecta tierra/ será de enérgica luz aligerado. (César Mermet, de “Reverencia a Orfeo”)