Sólo aquel que ama algo y alguien, aquí, ahora, ama al prójimo/ como congregación de únicos, y no como la conjugada cifra magna/ que el deshonesto canto invoca y suscita/ con efusión abstracta y espectral caridad./ Sólo aquel que se transforma en laboriosa/ o en gozosa, doliente, amante alquimia,/ es capaz de cambiar –mas no él, sino su gramo escaso/ de canción viviente– amor, gozo y dolor,/ de aquel tal vez nacido, o quizá venidero semejante. (César Mermet, de “Reverencia a Orfeo”)