28 octubre 2012


El trabajo físico constituye un contacto específico con la belleza del mundo e, incluso, en sus mejores momentos, un contacto de tal plenitud que ningún equivalente puede hallarse en otro lugar. El artista, el científico, el pensador, el contemplativo, deben, para poder realmente admirar el universo, penetrar esta película de irrealidad que lo cubre y que hace de él, para casi todos los hombres, en casi todos los momentos de la vida, un sueño o una decoración teatral. Deben, pero casi nunca pueden. Aquel cuyos miembros se encuentran quebrados por el esfuerzo de una jornada de trabajo −es decir, una jornada durante la cual se ha visto sometido a la materia− lleva en su carne, como una espina, la realidad del universo. La dificultad para él consiste en mirar y en amar; si lo logra, ama lo real. (Simone Weil)